Que los ERTE no se transformen en ERE

La base de la economía es la confianza. Suena más ahora porque autores más jóvenes están convirtiendo esta frase en el subtítulo de su nuevo Best Seller. Pero es así desde el Siglo XII.

Cuando pierdes la confianza en el futuro, pierdes el futuro. Te obligas a vivir en un presente continuo que mira al pasado con envidia y resignación.

Sin embargo, ¿qué pasado envidiamos? ¿a qué nos resignamos? El presente es mucho mejor que hace 100 años. Mucho mejor que hace 50 e incluso mejor que hace 10.

El virus de la desconfianza

El virus de la desconfianza es mucho más contagioso que el SARS-COV2. A su manera, también más mortal. La mortalidad del SARS-COV2 será del 10, del 1 o del 0,1%. Ojalá menor. Si el virus de la desconfianza infecta nuestras empresas, nuestros negocios, nuestros trabajos; la mortalidad de todos ellos tiende a ser del 80, del 90, del 100%.

Nos encerramos en casa para evitar que el Coronavirus mate más de lo que lo hace, ¿qué nos cuesta tanto evitar que el virus de la desconfianza se lleve por delante nuestras empresas?

En 2008 vimos como el cierre de un banco en EEUU puede provocar un cataclismo económico mundial. En 2012 vimos como políticas económicas incorrectas pueden provocar el apocalipsis de una segunda recesión sin apenas de haber salido de una primera. En ambas situaciones hay culpables, sí. Pero las víctimas de esos culpables fueron los accionistas de esos bancos. Fueron los inversores que tenían su dinero (su futuro, su confianza) allí depositado.

Las Víctimas (con mayúscula) no fueron víctimas de esos culpables. Las Víctimas son otras. Son las personas que se quedaron atrás. Condenados a no poder disfrutar de una normalidad que cumpla las tres condiciones de lo que debe ser normal: seguridad, libertad y futuro.

Esas Víctimas (con mayúscula) lo fueron de la desconfianza. De la desconfianza de los trabajadores en sus empresas, de las empresas entre sí, de la desconfianza en los bancos y de los bancos entre sí, de la desconfianza en el sistema, en las políticas (y en los políticos).

Todos ellos: empresas, bancos, sistema, políticas (y políticos) son ahora los nuevos contagiados. No hay test rápido para el virus de la desconfianza. No hay guantes ni mascarillas.

Pero tenemos vacuna: 100 mil millones de euros. El 10% de nuestro PIB. El 10% de lo que vale tu casa. El 10% de lo que valen el sol, las montañas y la arena de nuestras playas. ¿Funcionará? Pues hay que hacerlo funcionar.

Si la pregunta es cómo, la respuesta es una: 100 mil millones de euros nos tienen que hacer más confiables. Tienen que aumentar la confianza de los trabajadores en sus empresas, de los autónomos en sus negocios, de los bancos en su crédito y de los políticos en sus políticas.

Ya no vale eso de estamparse con el coche contra un pino en mitad de la noche y decir que es que empezó a llover. Hay que ir con luces, con el coche en buen estado, con los 5 sentidos puestos en la conducción, a una velocidad adecuada a la vía y, si empieza a llover, esa velocidad deberá ser menor. No se puede responsabilizar a la lluvia ni al coche ni a la vía; que devino corredoira. Mucho menos al pino. La responsabilidad es del conductor. De cada uno de nosotros que conducimos por nuestra vida.

Existe una formación obligatoria para conducir. Un examen. Un año de “L”. Un seguro para responder de los daños que provoques con el coche. Todo eso es (era… hasta ahora) un poquito más obligatorio que la obligación de conducir con cuidado. Si no cumples te cae una multa. Aunque sea parado en un semáforo.

Si queremos derrotar al virus de la desconfianza conducir con cuidado tiene que ser más obligatorio que el carnet o el seguro. ¿Por qué? Porque el 10% de lo que vale tu coche (y de lo que vale el pino) forma parte de la vacuna. De esa vacuna que ponemos entre todos y tenemos que hacer funcionar.

De los contagiados, la vacuna se administra a los principales: empresas, autónomos y bancos. A las empresas y autónomos en forma de acceso a crédito en condiciones ventajosas y a los bancos en forma de una importante reducción de riesgos (que es lo que produce esas condiciones ventajosas).

Ellos son los primeros a los que se les debe exigir confianza. Se les deben exigir negocios viables. Que no sufran para devolver la deuda. Que no se aplace la bancarrota al final del año de carencia.

Las leyes españolas ofrecen herramientas muy útiles a la hora de que empresas y negocios viables puedan sostenerse económicamente.

Concursal Galicia

En Concursal Galicia llevamos más de 25 años esforzándonos por salvar empresas viables. 25 años peleando para que los que se quedaron atrás puedan volver a intentarlo. Luchando por dar una Segunda Oportunidad. El resultado, en números, no es bueno. No somos los únicos. Muchos compañeros pueden contar historias similares.

Hemos padecido las últimas crisis. Hemos vivido los cambios legislativos de los últimos años: la Ley Concursal y la Ley de Segunda Oportunidad. Hemos desplegado toda esa batería de medidas que permite nuestro sistema legal.

Somos, un poco, la UCI de las empresas. No somos héroes. Simples profesionales. Aun así, seguimos exigiendo más confianza. Porque contra la falta de confianza no hay remedio legal. Y si se lo exigimos a todos, también a nuestros propios clientes.

Hoy se ha abierto el grifo del crédito. Hasta el 80% es vacuna contra la desconfianza. Veremos qué parte se destina circular con luces, coche en buen estado, 5 sentidos y velocidad adecuada. Con este tipo de vacuna, la prevención, la previsión, la capacidad de anticipación son el sistema inmunológico.

Nos libraremos del SARS-COV2 cuando la mayoría haya pasado la enfermedad. Cuando como colectivo hayamos generado inmunidad. La clave es hacerlo de manera que los sanitarios puedan salvar a los más vulnerables. Para eso estamos en casa: ganando tiempo.

Nos libraremos del virus de la desconfianza cuando la mayoría de las empresas vuelvan a ser confiables. La clave está en hacerlo de manera que se puedan salvar las más vulnerables. Para eso, nosotros también necesitamos tiempo.

Los bomberos, que sí son héroes, irán a sacarte de debajo del pino. A lo mejor te sacan vivo o a lo mejor no. Nuestro trabajo, el de los simples profesionales, es salvar el coche.

Lo estudiaste para el teórico: el tiempo de maniobra es el tiempo de reacción más el tiempo de ejecución. Pide crédito. Pero invierte parte en conseguir tiempo de maniobra. Esa parte es tu parte de la vacuna.

El tiempo que nos des a nosotros para actuar es confianza en ti que ofreces a los demás.